Confesiones de un adicto al bubble tea (y orgulloso de serlo)
Entrevista a “BobaMan”, consumidor habitual y defensor no anónimo del placer burbujeante
Hay personas que toman bubble tea. Y después está él: alguien que lo espera, lo piensa, lo disfruta y lo defiende como quien habla de su equipo favorito. Nos sentamos a conversar con “BobaMan” (seudónimo autoimpuesto, según él, “para no preocupar a su nutricionista”) y lo que empezó como una charla sobre bebidas terminó siendo una pequeña declaración de principios.
¿Por qué elegiste llamarte “BobaMan”?
BobaMan:
Porque decir mi nombre real le restaría dramatismo a todo esto. Además, suena más épico. Y si vas a tener una adicción socialmente aceptada, lo mínimo es abrazarla con estilo, ¿no?
¿Recordás tu primer bubble tea?
BobaMan:
Claramente. Estaba con unos amigos, uno pidió “uno de taro con jalea de coco” y yo pensé que estaba hablando en otro idioma. Le di un sorbo por curiosidad y… ahí empezó todo. Al principio no entendía por qué había que masticar una bebida. Luego me di cuenta de que eso es precisamente lo mejor.
¿Cuántos tomás por semana? Sé sincero.
BobaMan:
Digamos que tengo tarjeta de fidelidad en dos locales distintos. No quiero ponerme en cifras para no hacerme trampa mental, pero algunos empleados ya me saludan por nombre. Otros conocen mi orden habitual antes de que hable. Eso te da una idea.
¿Qué tiene esta bebida que te atrapa tanto?
BobaMan:
Primero: el poder de decisión. Nadie me da tantas opciones como el bubble tea. ¿Quiero leche vegetal? ¿Más hielo? ¿Poco azúcar? ¿Dos toppings? Todo se puede. Segundo: es como un mini placer portátil. Y tercero, hay algo en lo visual —las perlas flotando, el color del té, el vaso— que te da gusto solo con mirarlo.
¿No sentís que podrías cambiarlo por otra cosa? Un café, un jugo…
BobaMan:
Podría, sí. Pero, ¿por qué lo haría? El café me despierta, sí, pero no me alegra. El bubble tea es otra cosa. Es ritual, es experiencia, es… masticar felicidad, literalmente. No es funcional. Es emocional.
¿Alguna vez te sentiste mal por tomar tantos?
BobaMan:
Solo cuando mi tarjeta de débito me dice que pare. Pero a nivel emocional, jamás. Lo empecé a pedir con menos azúcar, a veces con leche de avena, uno se adapta. Pero nunca me sentí culpable. Me ha dado más alegría que muchos otros hábitos que supuestamente “son buenos para vos”.
¿Algún sabor o combinación que sea tu debilidad?
BobaMan:
Té negro con leche de coco, hielo medio, 25% de azúcar, y perlas de tapioca. Si me estás leyendo desde alguna tienda, ya sabés qué preparar. Ese combo no falla.
¿Lo compartís o es una cosa tuya?
BobaMan:
¡Ambas! Me encanta compartirlo, recomendarlo, ver las caras de la gente cuando prueban uno por primera vez. Pero también tengo mis momentos de “este es solo mío”. Hay días en los que tomar bubble tea solo es el mejor momento de la semana. Y no lo digo con tristeza, lo digo con gratitud.
¿Qué dirías a alguien que nunca lo probó?
BobaMan:
Que deje de temerle al popote grueso y se anime. Que no lo vea como una moda sino como una experiencia. Probá uno, el que sea. Si no te gusta, no pasa nada. Pero si te gusta… te va a gustar de verdad.
Al final de la charla, BobaMan se fue con su vaso en mano y una sonrisa que parecía habitual. Nos quedó claro que su vínculo con el bubble tea va más allá de lo culinario. Es rutina, es consuelo, es juego. Y sobre todo, es algo que eligió disfrutar sin permiso de nadie.